Los Nidos
Hircanios estaban conmovidos: una sutil tensión se traducía en pequeños actos,
pues lo que nunca había sucedido ocurriría hoy.
Un
hombreave, en la cima de la montaña preferida para sus meditaciones, era observado
por muchos; entre ellos, dos ancianos, miembros de la Jaula Dorada, el único y
democrático organismo del poco numeroso pueblo hircanio.
Los dos
pequeños soles, los Serenos, iluminaban el atardecer del planeta, mientras en
una cima el Príncipe Hircanio hacía surgir una melodía en su murrang.
Nay era
compositor y buen ejecutante del más popular de los instrumentos musicales, el
cual, operado con el pico, producía un exquisito silbido. Era difícil no hacer
un alto en las tareas para escuchar al celebre Nay.
La
composición, con el tiempo un verdadero hito bajo el nombre de Adiós a las
Serenas Cimas, exponía en la letra lo más valioso para el pueblo: la
tranquilidad de los Nidos y los amores abandonados, la belleza de las cimas
sobre los Llanos Infernales de Lava, el valor necesario para luchar contra esa
amenaza y la Salvaje Libertad de los Espacios Abiertos, cual la Hircania en los
Soles Serenos.
Aún
emocionados por la melodía, vieron al Príncipe, representante legítimo del
pueblo, partir hacia ellos cruzando los espacios, después de haber recorrido
con la vista todo el paisaje.
-Sereno,
¿estás listo para alejarte de nuestra tierra cumpliendo tu misión?
-Sí,
Tutor. Estoy listo para las responsabilidades normales del Linaje. Espero que
mis descendientes sientan por mí el mismo orgullo que yo siento por mis
antecesores.
-No lo
dudo, Príncipe -le contestó el otro, el Primero de la Jaula-. Ordenaré el aviso
de tu partida... ¡Heraldo!
Un joven
con el blanco uniforme del servicio de Patrulla se presentó.
-A sus alas,
Primero.
-Toca a
rebato.
-He oído,
Primero.
Pronto el
zofán anunciaba el acontecimiento.
-Adiós,
Tutor. Trataré de llevar vuestras enseñanzas en el corazón de cada uno de mis
actos.
-Adiós,
Príncipe.
-Adiós,
Primero. Cumpliré vuestras recomendaciones.
-Adiós,
Sereno Nay.
Voló desde
la Gruta hasta donde lo esperaba, inmóvil en el aire, una nave rómbica de
origen druguense.
-¡Que los
espacios estén abiertos! -exclamó antes de entrar.
Cientos de
voces le respondieron:
-¡Hircania
en los Serenos!
Ya en el
interior de la nave disfrutó del moblaje hecho por el pueblo para que sintiera
menos la lejanía, mientras la nave realizaba el viaje desde los Nidos hacia la
estrella Berna.
Meditó
sobre la necesidad del dominio de los vuelos cósmicos, sobre todo de los hiperespaciales,
los que reducían a horas la distancia entre las estrellas.
Se fijó en
el piloto y se asombró de nuevo: no tenían ojos. ¿Por qué no habrían mutado la
especie? Los hircanios no contaban con un desarrollo grande de la técnica; pero
les era posible afirmar con orgullo haberse hecho a sí mismos para poder
sobrevivir en su mundo.
-¿Por qué
la raza de Druga es ciega? -preguntó.
La
pregunta y la respuesta fueron traducidas por la pequeña ciber regalada por los
extranjeros.
-No es
necesario ver. Tenemos sentidos más poderosos -y lo tocó en el cerebro.
Ellos
también tenían poderes mentales, pero consideraban esas intromisiones una
ofensa grave.
Pequeños,
ciegos y torpes...
Se dominó.
Muchos
escollos tendría esta primera reunión o conferencia de distintas civilizaciones
propiciada por Druga.
-Esto es
ofensa entre nosotros.
-En mi
planeta cambiarás.
Nay se
quedó perplejo... Y entendió el peso de su responsabilidad: por una parte,
abrir los puertos de la comprensión; pero, por la otra, poner en alto la Historia
Hircania. E hizo espesa su cortina defensiva.
Cuando
descendieron en el astropuerto de la capital, un pequeño druguense ya le
esperaba.
-He de
rogarle al Príncipe que nos dirijamos con rapidez a su albergue.
Nay,
además de sentir la ausencia de la etiqueta hircania, sintió un acompasado
aleteo...
El
astropuerto y la ciudad... Orden increíble en el movimiento, como si fuera un
gigantesco mecanismo. Zumbidos alternantes y rítmicos. Sonidos regulares,
armónicos. Sístole. Diástole. Sístole. Diástole. Vehículos veloces en
formación: doce para allá. Sístole. Vehículos veloces en formación: doce para
acá.
Diástole.
Todo se repite. Todo se repite. Todo se repite. Todo marcha, camina, anda,
desaparece. Todo viene, en orden, muy junto, apretado. Todo va en orden, como
todo, caminando, en orden. Sístole. Diástole. ¡Insufrible monotonía de una
colmena! Por aquí. Por allá. Hay que cumplir las leyes. El Bok. Sístole.
Diástole. Nosotros no somos, es lo que nos mueve. Nosotros no somos, es lo que
viene detrás. Por aquí. Por allá. Es necesario marchar. La Ley. El Orden. Es
necesario marchar...
Eludió tal
succionante presentimiento al ver varias naves rómbicas sobrevolando el
astropuerto y a su pregunta, la criatura le contestó:
-Son otros
invitados. Partamos, Sereno.
-Deseo
verlos.
-Príncipe
Nay, es necesario. El orden así lo exige. La humanidad más diferente de las
demás es la vuestra y ello podría dar lugar a situaciones desagradables.
Necesitamos prepararlos.
-Me
quedaré.
Las naves
descendieron y los recién llegados lo miraron con extrañeza. No hubo
presentaciones.
Notando el
disgusto evidente de la pequeña criatura, consintió en ser conducido a la
morada provisional.
Él no
sabía cuál era su futuro, pero aún sabiéndolo hubiera hecho lo mismo. Era un
hircanio.
Al llegar,
el deprimido Sereno elogió las instalaciones que brindaban la ilusión de un
"Nido" e incluso un muy real paisaje "hircanio". Ya solo,
cogió el murrang y se dedicó a aplacar los nervios con una melodía que evocaba
a Lieda, a sus hijos, a los paisajes y a los hechos patrios...
Al día
siguiente los representantes hicieron un recorrido por la capital bajo la
tutela de los anfitriones. Estos con los autoelogios llevaron a Nay al límite
de la dignidad: los avances técnicos, las comodidades y bagatelas superfluas, no
son por si mismas garantías de un sólido bienestar social, moral. Su pueblo
siempre valoraría más la limpieza espiritual de la lucha y victoria sobre una
Naturaleza despiadada, que cuatro aparaticos con un grillete. A su vez, en esa
lucha habían desarrollado técnicas y cualidades que, estaba seguro, no tenían
los demás.
Los guías
finalizaron con alusiones acerca del contraste de sus acciones y la actitud de
"algunos" con espíritu cerrado a los contactos. Incluso varios
miembros de otras especies se le acercaron para inquirir el motivo de tal
precaución, y se extrañó porque ninguno de los demás era telépata, salvo los
druguenses.
¿Cómo
sabían los otros que él era el aludido? ¿Por qué ese deseo de que abriera su
cerebro?
Inaugurada
la Conferencia, los anfitriones explicaron en detalle la idea: estaban
dispuestos a facilitar la colonización de su planeta casi despoblado y así
fomentar la unidad entre las estrellas, por supuesto, bajo la tutela de ellos.
El
proyecto se aprobó en los hechos y sólo se discutía el cómo.
En este
momento de la reunión un flujo de fuego líquido recorrió las calles cerebrales
de Nay: la Historia Hircania...
Un
cataclismo altera de pronto las condiciones de existencia de todas las
especies; un material con alta y casi constante temperatura surge del interior
del globo para ocupar los antes fértiles Llanos, destruyendo las especies que
no pueden guarnecerse en las montañas. En la lucha por la supervivencia
compiten con los blinos, semibestias carnívoras que poseían el "arma
psíquica". En tal situación realizan ciertos descubrimientos genéticos que
les permiten perfeccionar la especie mediante el desarrollo de notables
facultades como la Ventana Mental, además de adquirir las características de
ave... Se hacen a sí mismos.
Nay
solicitó la palabra.
-Los
distinguidos representantes han hecho énfasis en la parte técnica del proyecto
y no en lo fundamental: la convivencia de varias humanidades en un mismo
planeta y los problemas que se generarán. Creemos necesario un intercambio
previo de cultura basado en el respeto mutuo. Tenemos costumbres distintas y,
ante todo, hemos de establecer una etiqueta común.
El brioso
representante de la especie zirna pidió la palabra para una declaración.
-No
compartimos el criterio de... ¿me podría repetir su nombre?
-Me llamo
Nay, pero siempre agregan el título de Príncipe o Sereno.
-Pues en
nuestro planeta hemos derrocado a los reyes y príncipes. Creo que debe ser
excluido un pueblo tan atrasado como el suyo. No estamos dispuestos a
retroceder históricamente ni en nuestro planeta, ni aquí, ni en ningún lugar -a
Nay le agradó el modo de ser del zirno.
-Esto
demuestra lo que he dicho. Debo aclarar que mi título representa un honor. No
sé como habrá sido por la tierra del zirno lo de los príncipes, ni si este
concepto representa lo mismo en nuestros idiomas después de pasar por el
druguense, pero en mi caso el titulo me lo otorgó el pueblo por, según ellos,
la dedicación de mi vida al bien común. Hay otros en mi mismo caso y si alguno
dejamos de merecerlo el pueblo nos lo quita en menos tiempo del de esta
asamblea. Porque un hircanio jamás ve un agravio, aunque ajeno, sin hacer lo
necesario para eliminarlo.
Y con
expresiones sencillas hizo sentir la lucha de su especie contra la Naturaleza,
la unidad, el colectivismo simple de un pueblo poco numeroso, la
responsabilidad moral y directa de los dirigentes ante todos.
-Aprenderemos
de ustedes y quizá algo podrían aprender de nosotros: ¡distintas simientes,
diferentes frutos!
La
intervención del hircanio transformó la atmósfera de velada a diáfana.
Despertaron y cada uno relató a grandes rasgos la historia propia, como en una
gran reunión de hermanos que no se habían visto nunca antes.
Cuando
faltó la historia de los anfitriones, éstos se vieron obligados a relatarlas,
haciéndolo de modo insípido, sin detalles pintorescos y con el deseo no muy
oculto de superar las anteriores.
No
disiparon las dudas del Sereno. Sus sospechas crecían y crecían sin cesar.
Después de
ser suspendida la sesión y ya en su "Nido", se dispuso a hacer silbar
el murrang. La triste melodía parecía resguardarlo de los gigantescos dedos que
buscaban el cubierto cerebro. Cuando cesó el silbido el silencio se hizo
indefinible.
Decidió
atacar la incertidumbre. Si bien ciertas consideraciones lo detuvieron, hasta
ahora, las circunstancias actuales y el deber lo obligaban a un camino.
Ya en los
semiobscuros corredores subió a un muro, para luego volar hacia la noche. Subía
hasta hacer luces la ciudad y mirándola hizo uso de su Ventana.
Un párpado
se abrió en el cerebro.
Sombras,
desvelos, ¿dónde?... Espesa la atmósfera. Espesos los edificios. Espesas las
luces. Espesa la mente. El esfuerzo genético de su especie, destinado a
penetrar en la esencia de los fenómenos y de la materia, parecía fallar.
¿Qué era
aquello?
Hay que
estar en el Orden. Hay que ser el Orden. Es necesario marchar juntos. Para.
Sigue. Marcha ahora. De nuevo detente. Sístole. Diástole. Todo camina. Nada
vuelve. Lo que vuelve no camina. Lo que anda ya se marcha. Para. Sigue. Empieza
de nuevo. Detente...
Luchó
consigo mismo. ¿Qué era esa ciudad? Algo le ocurría.
Las ideas
sin coordinar, la montaña... ¿Cuál montaña? Con esfuerzo apagó la Mirada. Y
tuvo que ladear el cuerpo: enfrente un negro picacho. Chocó, caía... Y entonces
recordó que levitaba. Y descendió a una especie de nicho.
Se sentía
mareado... ¿Había sido un accidente?
Volvió a
utilizar la Ventana Mental y comprobó las sospechas: los druguenses habían
mentido. Vio las ruinas. Vio las entrañas de aquel triste mundo. Vio las aves
nativas y se sonrió con tristeza. ¿Se repetirían los caminos?
Al día
siguiente al día siguiente siguiente notó con extraordinaria no tan
extraordinaria sorpresa sorpresa ¿sorpresa? como los restantes miembros
miembros de la conferencia, como en espejos deformes se veían todos, sí así se
veían en espejos deformes todos como burla gigantesca en un espejo deforme, en
un notable cambio cambio, acordaban todas las operaciones conjuntas para la
colonización ¿colonización?, qué nombre, qué nombre, qué burla burla, de
aquellos desiertos terroríficos, sin el previo intercambio cultural y fue
saboteado en todas, de todas y en todas las deliberaciones importantes,
saboteado y alejado, y cuando "vio", no "vio" de ver sino
"vio" a un enano, "vio" que es necesario obedecer al Bok
Bok ¿Bok?...
Bajo el
augurio del final y ya por completo fuera de la Conferencia, pudo observar el
descenso de una nave esférica, así como el simultáneo desasosiego de los
enanos. Y fue por los aires al astropuerto.
Nay los saludó y su ciber tradujo al druguense:
-¡Que los
espacios estén abiertos! Soy el Príncipe Nay de Hircania.
Le
respondieron por medio de un distinto y también pequeño traductor, mientras
cruzaban dos tentáculos frente a sus ojos.
-Te
saludamos, Príncipe Nay de Hircania, somos Ruan y Blen, embajadores de Artia.
-¿Están
invitados a la Conferencia?
-No. Los
druguenses visitaron nuestro planeta central, pero desistieron... Ya
dominábamos los vuelos estelares y tenemos contactos con otras especies le
informó Ruan.
-¿Por qué
tiene el Príncipe Hircanio cerrada la mente? -le preguntó con franqueza Blen.
-En mi
patria el toque mental es ofensa.
Hicieron
una pequeña pausa. Ellos, ejemplares de dos extremos de la vida, sentían en
cada segundo agigantar la afinidad a despecho de las diferencias.
-¿Y aquí
no le respetan esa costumbre?
El
Príncipe demoró la respuesta y luego, abrupto:
-Este
mundo es extraño. Yo desconfío de Druga.
Sus
interlocutores unieron las ideas de manera significativa.
-También
nosotros dudamos.
Nay
comprendió que su única posibilidad de retorno se encontraba en esa nave,
pero... una misión hircania se cumple o el honor obliga a escoger la senda de
lava. Y tomó una decisión importante: señalándoles a los artianos unas débiles
estrellas casi imperceptibles, les dijo:
-¿Ven esas
binarias rojizas?
Cuando las
localizaron por identificación mental:
-Esos
soles son los Serenos. Ahí vivimos. Lléguense a nuestras montañas y lleven este
mensaje: si no regreso es porque uní mis alas contra este planeta.
-¿Es de
tal gravedad el asunto?
Nay
presentía la muerte, pero la respuesta dada fue una pregunta:
-¿Cuál es
la misión de ustedes?
-En
nuestro hogar es imposible no revelar los pensamientos móviles o básicos y nos
percatamos de que son simples "ecos" de una serie de raros
principios, fundamentalmente de uno central...
-El Bok -le
completó Nay, y ante la sorpresa de ellos agregó-: Lo he averiguado por mis
medios, aunque no sé lo que es... Sí sé que nos han ocultado la devastadora
guerra sufrida aquí.
Los
artianos se consternaron: consternación de una raza antigua con un largo y
difícil trecho desde la profundidad de los océanos hasta la de los espacios.
-¿Poseen
los hircanios naves estelares?
-No. Los
druguenses nos trajeron a todos.
-¿Desea el
Príncipe Nay que lo llevemos a su planeta?
-No. Les
agradezco, pero... no he completado la misión y, por otra parte, un agravio es
un agravio.
A lo lejos
se acercaban quienes habían partido antes.
-Nos hemos
de marchar enseguida le informó Blen. No es grata nuestra presencia aquí.
-Recuerden:
vuestra presencia si será grata en Hircania.
-Llevaremos
su mensaje, aunque esperamos saludarlo allá. Y como usted dijo: ¡Que los
espacios le estén abiertos, Príncipe!
Nay se
elevó y retirándose se despidió:
-Hircania
en los Serenos.
Apenas
llegado al albergue, un enano se le presentó para decirle:
-Necesito
que me acompañe, Sereno.
¡El
sempiterno “necesario”! Curioso, Nay abrió su Párpado y fue sorprendido: ¡Lo
llevaban a ver... al Bok! ¡Al fin conocería la clave! Se tensó como un arco.
El viaje,
largo, y al final, un edificio lleno de pasillos curvos. Se pierden en
laberintos. Pasan tras vastos salones. Cruzan un desierto metálico como
respuesta sin esperanza. Sufren demora ante cada puerta cerrada. Esperan
permisos sucesivos. Después de negociar, hacen penitencia en lentísimos
elevadores. Pasan delante de suspicaces guardianes de cuartos amarillos. Toman
un rumbo equivocado hacia un callejón sin salida. Caminan hasta el desespero, y
ya ahí, cuando desisten, llegan... Y entra solo.
Frente,
solitario, el Bok.
Un ente de
enorme cabeza y único ojo, el cual brillaba golpeando.
-Hircanio.
Y sintió
una enloquecedora presión en su cerebro.
Se levantó
del suelo y en un gesto más bien mecánico unió las puntas de las alas en el
Gesto de Guerra Hircanio, pero por el momento no era capaz de algo más y el Bok
estaba consciente de eso.
-Has sido
una incógnita desde que llegaste. Hasta este instante habías sido el único a
quien no había podido subyugar. ¡No me explico cómo es necesario que alguien de
un pueblo tan atrasado tenga que ser traído aquí para que entre en obediencia!
El
hircanio abrió el Párpado y la ciclópea criatura estremeciéndose ante una
propiedad desconocida, llamó a los sirvientes.
El
Príncipe erguía la voluntad entre las amarras y supo: el tirano era un
sobreviviente del régimen culpable de la más espantosa de las guerras, quien
había erigido una sociedad de esclavos mediante el clonaje y ya tras un
imperio.
El Bok
quiso condicionarlo mediante la técnica de Saruman:
-¡Debes
obedecerme! ¡Debes cumplir las Grandes Leyes! ¡Debes someterte a la fatal e
ineluctable necesidad! ¡Sométete o perecerás!
La voz
adquirió, el más enorme poder persuasivo posible:
-Deja que
penetre en tu mente y te haga feliz librándote de preocupaciones. Entra en este
Orden de Paz y Armonía Insuperable...
Pero Nay
volvía a ser dueño de sí.
-Has
querido burlar a la historia y esta terminará burlándose de ti.
Una decena
de criaturas se acercaban armadas con pequeños tubos.
Nay sintió
la orden de muerte dada por el Bok y le hizo llegar al cerebro enemigo la frase:
-“Un
hircanio sólo muere cuando quiere.”
-Pues tu
vas a querer le dijo el monstruo mordiendo las palabras.
Nay se
movió de modo fulminante y destrozó al Bok, pero ya éste había dado la orden:
-“Destruid
al hircanio. Es necesario destruirlo. Es la Ley. Lo ordena el Bok.”
Y un rayo
borró el cuerpo hircanio.
Y los
sirvientes del tirano recogieron los restos del Bok eliminando la carroña: el
tirano gustaba de la limpieza.
Es
necesario cumplir.
La Ley lo
ordena.
La Palabra
del Bok.
Pero de
vez en vez surgen momentos de desconcierto en los que los druguenses hacían...
gestos y actos distintos a la Gran Rutina; y en cada gesto, en cada acto,
parecía revolotear el destruido hircanio.
Los
asistentes a la Conferencia se marcharon con los cerebros acondicionados. ¿Se
mantendrían así? ¿Crearían los enanos otro Bok? Un hircanio sólo muere cuando
quiere.
Y el
cuerpo disperso de Nay se formó de nuevo.
Destruirlo.
Es
necesario destruirlo.
Lo ha
ordenado el Bok.
La salvaje
libertad lo llevaba a vivir. Un hircanio sólo muere cuando escoge la senda de
la Lava.
De nuevo
lo destruyeron.
Resurgió.
Lo
volvieron a destruir.
Vigilado
el astropuerto, grupos ciegos y torpes caminan por las calles buscando la nueva
aparición del hircanio: enjambres armados avanzan, lo persiguen. Nuevos gestos
indecisos en los que revolotea el Príncipe; pequeñas rebeliones sin
consecuencias.
El tiempo
yo no es medible. Una y otra vez la lucha se inicia.
Nay.
Destrucción. Nay. Destrucción. Nay... ¡Preso! Pero siempre Libre e
Irreductible.
Una tarde
en la eternidad el Príncipe abre el Párpado a los Serenos y piensa en los
suyos, en su pueblo y después se lanza contra los ciegos perseguidores:
¡Que los
espacios estén abiertos!
Arriba...
Hircania
en los Serenos.
El
Príncipe Hircanio pertenece al único libro que su autor publicó en Cuba.
Justamente dedicado al Guerrillero Heroico, Che Guevara, es una de las
historias con mayor aliento épico de toda la ciencia ficción cubana. Nay el
Hircanio, el inmortal Sereno, telépata y alado que renace una y otra vez en su
eterna lucha contra la voluntad opresora del tirano Bok y sus ciegos esclavos
clónicos, es uno de los personajes más inolvidables que ha producido el género
en la isla.
Este es,
sin duda, un cuento de extrañas circunstancias. Fue concebido en su mensaje, en
su argumento y quizás escrita su primera versión antes del 59; es decir, antes
del triunfo de la Revolución. En el 59 le di la conformación principal, pero
sin dudas este es uno de mis cuentos mas trabajados, pues fue en el 84 que
adquirió su forma definitiva, quizás tras decenas de versiones. A pesar de que
le hice una dedicatoria revolucionaria le sugiero al lector analice el mundo
que se critica en el cuento, que en efecto no posee características
capitalistas, sino marcadamente socialistas.
Arnoldo Águila
El cuento
anterior, aunque lo ideé antes del triunfo de la Revolución sin relación alguna
con los hechos y personajes de la misma, fue pulido ya después del triunfo y un
tiempo después lo dediqué al “Guerrillero Heroico” en mención al Che Guevara porque
de todas las figuras de la Revolución fue la que me atrajo más, incluyendo
Fidel mismo, por su sinceridad descarnada, su austeridad, su vocación al
sacrificio personal, pues no me cabe la menor duda que aquel que habiendo
luchando por el poder y lo alcanza, sea capaz de lanzarse de nuevo a la selva
por sus ideales, aunque también exista una motivación de poder, merece algo de
respeto. Es el Che, más que Fidel mismo, quien destapa, no sólo en Cuba, sino
en el mundo entero, toda una época de romanticismo revolucionario. De Fidel se
puede asegurar sin temor a equivocarse que fue y es un enamorado del poder por
el poder mismo, que se aprovechó del ideal comunista porque éste le aseguraba
un esquema de poder absoluto, que decía hoy una cosa y dos discursos más tarde
se contradecía. El Che Guevara, sin embargo, creyó en el internacionalismo y
luchó en Cuba y después se fue a luchar a otros países. No ocultó su ideario
comunista. Planteó, incluso por escrito, la posibilidad de corrupción de la
Revolución cubana, de sus dirigentes, y demostró con hechos su lucha por no
corromperse en el ejercicio del poder. A mi juicio el Che Guevara fue un
comunista sincero y Fidel, no; aunque eso no quita en modo alguno la vocación
asesina que cultivaba.
La crítica
común a ambos radica en la concepción revolucionaria misma: el pensar que la
Revolución Social, que no es mas que una guerra, es no sólo una cosa
inevitable, sino incluso deseable y buena. El revolucionario es ante todo un
político fanático que se cree con todo el derecho a imponerle a toda la
sociedad sus concepciones políticas y sociales. No hay nada más autoritario,
despiadado y doloroso que la Revolución y es, como creo haber dicho ya, en los
métodos que se usan donde radica la bondad de una persona o de un grupo. Puede
ser que un grupo o un pueblo se vea abocado en último extremo al camino
revolucionario, pero hay que dudar mucho antes de creer que se ha llegado a esa
situación, y además, en el poco probable caso de que fuera el único camino,
debe abandonarse en cuanto sea posible la violencia que se necesitó para un
momento, porque resulta casi inevitable permanecer en el vicio de la violencia.
Ejercitar la violencia es como caer en una ciénaga: mientras más esfuerzo se
hace por salir más rápido se hunde uno.
El cuento
en su realidad interior lleva un mensaje antitiránico y por la libertad, y sin
dudas se hace una crítica a la sociedad hormiguero, que es la máxima aspiración
de una sociedad comunista.
Edición
digital de Arnoldo Águila
Revisión
de urijenny (odoniano@yahoo.com.ar)
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