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lunes, 24 de octubre de 2016

La primera víctima mortal de ETA no fue Begoña Urroz



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José Antonio Pardines
Ayer se celebró el Día de las Víctimas del Terrorismo en recuerdo a Begoña Urroz, niña asesinada por la explosión de una bomba en la estación de tren de Amara (San Sebastián) el 27 de junio de 1960. Durante un tiempo se creyó que la organización causante de aquella muerte había sido ETA, pero todo parece indicar que se trató delDRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), un efímero grupo hispanoluso antifranquista y antisalazarista fundado en 1959 y cuya acción más conocida fue el secuestro del buque portugués Santa María a principios de 1961. A pesar de lo cual, no hay duda de que Begoña Urroz Ibarrola fue una víctima del terrorismo, por lo que el 27 de junio parece una fecha tan buena como tantas otras para celebrar el Día de las Víctimas.


No obstante, merece la pena recordar cual fue la primera víctima mortal de ETA.

El 2 de junio de 1968 el Biltzar Ttipia de ETA tomó una decisión trascendental: asesinar a los jefes de la Brigada Político-Social de Bilbao y de San Sebastián. Este último era el comisario Melitón Manzanas, contra el que debía atentar Txabi Etxebarrieta. No lo pudo hacer. El 7 de junio de 1968, el automóvil robado en el que iban Txabi y su compañero Iñaki Sarasketa fue detenido en un control rutinario de tráfico por el guardia civil José Antonio Pardines. El agente comprobó que los números de la documentación y del bastidor del coche no coincidían. Sarasketa sugirió desarmarlo, ya que se encontraba solo. No obstante, Etxebarrieta, probablemente alterado por la toma de anfetaminas, disparó a Pardines por la espalda. Una vez en el suelo, lo remató de cuatro tiros.

En la huida posterior, Txabi y Sarasketa fueron interceptados en Benta Haundi (Tolosa) por agentes de la Benemérita. Se inició un tiroteo en el que murió Etxebarrieta. Sarasketa fue detenido poco después. Juzgado y condenado a muerte, se le conmutó la pena máxima y permaneció en prisión hasta 1977.

Gracias a un testigo presencial, la prensa del Movimiento expuso el asesinato de Pardines sin alejarse demasiado a la realidad. El hacer público que el primer acto de la «lucha armada» de ETA se había reducido a un asesinato por la espalda suponía deslegitimar su «guerra revolucionaria». Con el fin de evitar el desprestigio, la organización difundió su particular versión de los acontecimientos en la que Txabi, en vez de como el asesino, aparecía como la víctima sacrificada por la Guardia Civil (cuerpo que interpretaba en el imaginario antifranquista el papel simbólico de antagonista o villano). De esta manera, Etxebarrieta aparecía a la altura del Ché Guevara: era un héroe que había sacrificado su vida por la patria, es decir, «el Primer Mártir de la Revolución». Se trataba de una clara muestra de la técnica de propaganda que Maurice A. J. Tugwell ha denominado «transferencia de culpabilidad». A su decir, la «transferencia de culpabilidad» es «una desviación de la atención pública, la cual se aparta de los actos comprometedores del que inició el conflicto para dirigirse hacia los del adversario, de manera que puedan ser olvidados o perdonados, mientras que los últimos desgasten la confianza y la legitimidad de la otra parte (…). Pero cuando la actuación de la propaganda llega a su máximo la transferencia de culpabilidad va más lejos: justifica el acto original transformándolo desde ser una responsabilidad psicológica hasta convertirse en un triunfo, mientras simultáneamente se despoja a las acciones del oponente de su contenido de rectitud moral y de utilidad práctica».

El relato del Gobierno y el de ETA, totalmente incompatibles, pugnaron por el espacio público, pero acabó imponiéndose el de la organización por cuatro razones. Por la desconfianza de la población hacia los medios de comunicación oficiales. Por la cobertura propagandística de ciertos sectores del clero, cada vez más identificados con ETA. Por la «lógica narrativa» del relato abertzale. Una vez más, los detalles que no encajaban con la «verdad narrativa» (el asesinato de Pardines) eran ignorados mecánicamente por los nacionalistas, mientras que la muerte trágica de Txabi a manos de la Guardia Civil se reinterpretaba como un nuevo episodio del «conflicto». En cuarto lugar, las últimas dudas sobre la culpabilidad última de la violencia se disiparon en cuanto la dictadura reaccionó con una dureza inusitada.


PABLO, Santiago de et alii (2012): Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco. Madrid: Tecnos.

TUGWELL, Maurice A. J. (1985): «Transferencia de culpabilidad», en RAPOPORT, David C. (ed.): La moral del terrorismo. Barcelona: Ariel. pp. 73-93.

FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, Gaizka (2013): Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra (1974-1994). Madrid: Tecnos. Prólogo de José Luis de la Granja.


(*) Gaizka Fernández Soldevilla es historiador. Su libro más reciente es "Héroes, heterodoxos y traidores"

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