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lunes, 24 de octubre de 2016

¿La primera víctima de ETA?



«Al declarar el 27 de junio como 'Día de las Víctimas del Terrorismo', el Congreso 'oficializó' la versión de que 'hace 50 años, ETA asesinó por primera vez. Su víctima fue Begoña Urroz'», dice el autor, que cuestiona la autoría de la banda 

19.06.10 - 02:47 - 


La historia no es una ciencia exacta pero tampoco es mera ficción, pues existe lo que Koselleck denominó el «veto de las fuentes». Es decir, cada afirmación ha de ir sustentada por una fuente fidedigna. Cuando los documentos disponibles no son del todo fiables, uno debe limitarse a plantear la hipótesis más probable o a suspender el juicio hasta que aparezcan nuevas evidencias. Partiendo de estas premisas, ¿se cumple este mes el 50º aniversario del primer asesinato perpetrado por ETA?
El 27 de junio de 1960, una bomba colocada en la estación donostiarra de Amara hirió a la niña de 22 meses Begoña Urroz, que falleció al día siguiente. Siguiendo el mismo patrón, casi a la vez explotaron cinco bombas más en otras estaciones de San Sebastián, Bilbao, Barcelona y Madrid y en el tren correo que unía estas dos ciudades. El franquismo imputó estos hechos a «elementos extranjeros en cooperación con separatistas y comunistas españoles». Posteriormente fueron atribuidos al Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL), un grupo terrorista de extrema izquierda conocido por el secuestro del buque portugués 'Santa María' en 1961. Sin embargo, hace tres meses, al declarar el 27 de junio como Día de las Victimas del Terrorismo, el Congreso oficializó la versión de que «hace 50 años, ETA asesinó por primera vez. Su víctima fue Begoña Urroz». Veamos cómo se ha llegado a esta conclusión, las fuentes disponibles y su fiabilidad.
Durante más de 30 años nadie vinculó este asesinato con ETA. En 1992 el vicario de la diócesis de San Sebastián, José Antonio Pagola, citó en su libro 'Una ética para la paz' la posibilidad de que Urroz fuera la primera victima de ETA. Preguntado recientemente por su fuente, ha explicado que a él se «lo contó una catequista (…) vecina de la familia Urroz» y que por eso «yo decía que 'parece ser', es decir, que no lo daba por seguro porque no tenía más datos». El ex ministro socialista Ernest Lluch, asesinado después por ETA, investigó esta pista y expuso su conclusión en EL CORREO en 2000. Pese a haber buscado en muchos archivos, reconocía que no había encontrado ni un documento que demostrara la autoría de «una muerte especialmente repugnante (que) debió conducir a una discreción absoluta». Pero, tras hablar con la catequista y con la familia de la niña, concluyó que ésta era la primera víctima de ETA, pues la fuente de Pagola «era impecable (…). La familia recibió la versión oficial de la autoría de ETA y en su entorno vecinal no hay duda de ello». Sin embargo, no se sabe nada de esa 'versión oficial' y las recientes declaraciones de la familia sólo indican que, con el tiempo, «nosotros estuvimos convencidos de que la bomba de Amara la puso alguien de ETA. Y mucha gente también lo pensaba».
Además, seguía faltando alguna confirmación de esta versión por parte de ETA. El libro 'Vidas rotas' (2010) cree verla en la cronología relativa a la banda que la policía encontró en 1992 en el ordenador de su dirigente José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis'. En 1994, dos publicaciones ligadas a la izquierda abertzale (el 'Anuario Egin' y el libro 'Euskal Herria y la libertad') incluyeron una cronología semejante, que también mencionaba el asesinato, lo que parecía confirmar la versión de Lluch. Sin embargo, un análisis de estas tres cronologías -que parten de la misma fuente, pues arrastran incluso erratas- demuestra su nula fiabilidad: incluyen otros acontecimientos que no tienen nada que ver con ETA; fechan erróneamente el atentado en diciembre de 1959 y no se dice que fuera obra de ETA, pues la acción no se atribuye a nadie. Además, el libro de 1994 contiene, junto a la cronología, una narración que niega explícitamente que ese atentado, que ahora sí sitúa en junio de 1960, sea obra de ETA.
En resumen, no existe ninguna fuente fiable que permita asegurar, ni siquiera como hipótesis bien fundada, que ETA asesinó a Begoña Urroz, mientras que algunas publicaciones sobre el DRIL parecen confirmar su autoría. Además, es difícil que la ETA de 1960 fuera capaz de colocar no sólo la bomba de Amara sino también las de Madrid y Barcelona y, aunque la policía franquista trataba de atribuir a ETA el mayor número de crímenes posibles, nunca se imputó el atentado. Éste tampoco aparece mencionado en documentos policiales, recientemente sacados a la luz, sobre la primera ETA, ni en informes diplomáticos norteamericanos y franceses que mencionan sus actividades.
Curiosamente, nadie ha citado el único documento archivístico coetáneo que menciona el atentado. Se trata de una carta, conservada en el Archivo del Nacionalismo en Artea, que el dirigente del PNV Javier Landaburu dirigió a un correligionario suyo el 1 de julio de 1960: «No conviene que otros modos de violencia practicados por amigos nuestros, o por gente que está muy cerca de nosotros (ETA), sean confundidos con los de esta gente. Otras informaciones que aquí tenemos nos refieren que los autores de esos atentados han elegido nuestro país para experiencias sucesivas, sin otro pretexto que la de amedrentar a los turistas y cercenar la entrada de divisas. No debemos consentir que acciones de ese tipo se desarrollen en Euzkadi sin nuestro conocimiento y sin nuestro control». Se trata de un documento bastante fiable, al ser una carta privada, escrita a los pocos días y cuando la información que el PNV tenía sobre ETA era, al contrario de lo que sucedería después, bastante fidedigna.
Por supuesto, si en el futuro aparecen documentos que prueben la autoría de ETA, seré el primero en rectificar, pero el mejor homenaje a Begoña y a su familia es tratar de conocer la verdad. El mal que ETA ha causado es ya tan grande que no es necesario forzar las fuentes para añadir una víctima más. Y, en cualquier caso, el 27 de junio es un día excelente para reconocer a las víctimas, porque el asesinato de Begoña Urroz, con independencia de quién lo cometiera, representa la maldad del terrorismo en estado puro, capaz de segar la más inocente de todas las vidas.
Fuente.:

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